miércoles, 28 de noviembre de 2012

Análisis de un cuento de Rulfo


U. A. A. - C. A. y C. - L. L. H. - T. y A. de T. IV
Carlos Aguilar Esparza


Comienza in media res. Con lo primero que nos enfrentamos es con la frase  «Después de tantas horas de caminar sin encontrar ni una sombra de árbol, ni una semilla de árbol, ni una raíz de nada, se oye el ladrar de los perros.». Entonces el camino sigue, hacia después, pero también hacia antes. Pero antes de moverse hacia ninguna parte, deja más o menos claro el momento en el que inicia. «Ahorita son algo así como las cuatro de la tarde.». Y Melitón lo confirma «-Son como las cuatro de la tarde.». Pero el tiempo retrocede. Avanza en sentido contrario, al menos para aclarar un poco el panorama, como para enfocar la lente. Hace rato, como a eso de las once, éramos veintitantos... El narrador de Nos han dado la tierra puntualiza para dar la sensación de soledad o hartazgo, de infinidad y lejanía. Y es que ahora (más bien al momento en que comienza la narración) son solamente cuatro los personajes: Faustino, Esteban, Melitón y el narrador. El tiempo regresa enseguida a su cause original y se sigue con toda normalidad, se cierra la analepsis: ...se han ido desperdigando... avanza rápidamente ...hasta quedar nada más este puñito que somos nosotros. Regresa a un momento apenas anterior al comienzo del cuento, pero tan poco relevante que da la impresión de que son como las cuatro de la tarde. Y el tiempo sigue, avanza mientras los caminantes atraviesan el Llano, Los cuatro a pie. Antes andábamos a caballo y traíamos terciada una carabina. Retrocede, no sabemos cuanto, pero entonces los personajes traían caballos. Ahora los notamos mas lentos y cansados, sedientos. Pero no sólo eso, también inadvertidos. Como un huizache trespeleque. De traer la carabina, alguien más los hubiera visto y les hubiera disparado, pero no la traen. Entonces no son nada. Sólo caminantes. Y es que Ahora no traemos ni la carabina. (La analepsis termina).
Hay en el cuento una digresión extraña, pues en lugar de mirar al pasado o al futuro, mira hacia un supuesto que estaría en el pasado: De venir a caballo ya hubiéramos probado el agua verde del río... y se sigue durante el resto del párrafo hasta que es interrumpida por una analepsis: Pero también nos quitaron los caballos junto con la carabina. Después de esta, la narración sigue en presente la mitad de ese párrafo, pero aparece otra digresión a un supuesto, en esta ocasión, en el futuro: Pero nosotros, cuando tengamos que trabajar aquí, ¿qué haremos para enfriarnos del sol eh? Esta, al igual que el supuesto anteriormente descrito, es interrumpida por una analepsis: Porque a nosotros nos dieron esta costra de tepetate para que la sembráramos.
La analepsis anterior es la más importante del cuento pues en ella se narra (y se dialoga) la causa de la acción principal del cuento (o al menos la más visible, caminar a través del Llano) y se intuye que ocurre algo muy importante entre ella y el presente, quizá fue entonces cuando -por algún motivo como el abuso de poder- los personajes fueron despojados de sus caballos y su carabina. Ésta es la digresión más extensa del cuento y rompe hasta la frase Y en este comal acalorado quieren que sembremos semillas de algo, para ver si algo retoña y se levanta. Ahí existe un punto de inflexión, pues para dar una sensación de armonía aparece una pequeña prolepsis: Pero nada se levantará de aquí. Justo después de esta, todo el texto se sigue en el presente.
***
El espacio está bien marcado, es un camino sin orillas;  sin encontrar ni una sombra de árbol, ni una semilla de árbol, ni una raíz de nada... Es un lugar cálido, un comal.


No, el Llano no es cosa que sirva. No hay ni conejos ni pájaros. No hay nada. A no ser unos cuantos huizaches trespeleques y una que otra manchita de zacate con las hojas enroscadas; a no ser eso, no hay nada.

El Llano es eso. Un llano extensísimo, seco y caliente.
El espacio está bien marcado. Al menos en el presente, porque en las digresiones no está marcado. El lector apenas se puede imaginar algo, pero en el texto no hay huellas claras de espacio.
Hacia el final del cuento, cuando los personajes salen del Llano, el espacio -obviamente- cambia.


Conforme bajamos, la tierra se hace buena. Sube polvo desde nosotros como si fuera un atajo de mulas lo que bajará por allí; pero nos gusta llenarnos de polvo. Nos gusta.


Y esto da un brillo de esperanza al final de la historia, aunque el lector sepa que tarde o temprano, los personajes regresarán al Llano.


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